Ciudad Real
may 9-11, 2023
24
Nov 2022
Si algún sector ha encontrado su realidad más rica y compleja con el desarrollo de la globalización económica es el del vino. Al ser un producto de especificación territorial y climática, y por supuesto cultural, como veremos más adelante, no son muchos los países que lo producen. Y al ser alto su valor en el deseo del consumidor, sobre todo desde que un marketing inteligente y agresivo lo ha convertido en costumbre en gran parte del mundo, los países productores nos hemos visto beneficiados de esa explosión consumista mundial, aunque como en todo, unos más que otros. Lo que llamo el valor de destino, un concepto subjetivo que se nutre con la historia y la cercanía a la excelencia, hace que unos países más que otros, sobre todo Francia, se hayan aprovechado.
Pero si algo produce de manera natural el mercado global es la interdependencia. Al estar todos conectados, lo que pasa a cualquier actor que opere en el mismo, finalmente afecta directa o indirectamente al conjunto. Desde esta perspectiva escribo sobre cómo mejorar el futuro de nuestro vino en los mercados exteriores, y dejo aquí, al comienzo, un principio básico: cuanto más diversificadas sean nuestras exportaciones, más fuertes seremos frente a las alteraciones que se produzcan en los mercados mundiales.
En lo que respecta a la producción mundial las cosechas están siendo estables los cuatro últimos años, con una producción situada alrededor de los 260 millones de hl. Los tres grandes productores de vino somos Italia, Francia y España. Tenemos el 49% de todo el vino producido en el mundo y el 78% en la UE. Ya se sabe que el clima marca las cosechas del vino y con las sequías y las olas de calor, en Europa se ha cosechado un mayor volumen de lo esperado, mientras en el hemisferio sur y EE.UU. la producción este año ha sido de tipo medio (estamos a la espera de información de China y Rusia sobre el tema).
El cambio climático va aumentando las sequías y los calores extremos. Visto que la concienciación mundial para la reducción del crecimiento de la temperatura media no es muy alta (sobre todo de países importantes en el uso de combustibles fósiles, como China e India), las cosechas se irán reduciendo en el futuro. La gestión del agua, que ya es importante, será aún más clave para la agricultura en los próximos años, hasta el punto de que podrá determinar incluso sus posibilidades de existencia de una manera total.
Por ello es también predecible que la superficie del viñedo seguirá reduciéndose año tras año, y ahora más que nunca pondrá más presión al agricultor sobre si es rentable tener plantado viñedos o es mejor plantar otros productos. De todas formas, es necesario conseguir mayores rendimientos en la producción. Es algo que hay que tomar en consideración para paliar la pérdida de viñedo.
El consumo internacional de vino está cayendo desde 2017, con un repunte en 2021. La OIV estima alrededor de 236 millones de hl. de consumo global de vino en 2021. Esta cifra representa un ligero aumento en comparación con el año anterior, gracias a la apertura de HORECA, vuelta al turismo y reuniones sociales, después del COVID. El mayor mercado de consumo de vino en términos de volumen es Estados Unidos, seguidos por Francia, Italia, Alemania y Reino Unido que representan el 49% del consumo mundial. A pesar de la ausencia de la presión negativa del COVID ninguno de estos mercados ha vuelto a llegar a las cifras de consumo de 2018.
En los países asiáticos, marcados por China, cae la demanda, mientras en Japón, como segundo país con mayor consumo de la zona, también cae, pero en menor medida.
En América del Sur, mientras en su mayor mercado, Argentina, el consumo sufre un descenso debido a un menor poder adquisitivo del consumidor, en Brasil se muestra un aumento debido a las pautas establecidas durante la pandemia. Australia marca su mayor nivel de consumo y Sudáfrica está volviendo poco a poco, después de su cierre total.
Respecto del comercio internacional decir que el año pasado siguió creciendo. El 47% de todo el vino que se consume es importado, a pesar de los vientos de desglobalización que están surgiendo producidos por un exceso de conflictos. Para los países que tienen una producción de vino superior a su consumo nacional, como es el caso de España, la única vía es salir al exterior en búsqueda de nuevos mercados y categorías de vino. Los mayores compradores de vino en el mundo en volumen son Alemania, seguido por EE.UU., Reino Unido, y Francia, mientras los mayores compradores en valor son EE.UU., Reino Unido, Alemania, Canadá y Países Bajos. Este último año se han batido récords en el valor de las exportaciones mundiales, con Francia a la cabeza, cuyas ventas representan el 32,3% de todas las exportaciones internacionales.
En el comercio internacional el vino embotellado supone el 53% en volumen comercializado (y en valor total representa el 66%). El granel representa el 33% del volumen total comercializado (y en valor el 7%). El espumoso representa el 10% (y el valor el 22%) y el bag-in-box el 4% (y el valor el 2%). Está claro que para un país como el nuestro, y sobre todo una región como Castilla-La Mancha, sobre la que no voy a incidir en los conocidos datos de dependencia del granel, sigue siendo urgente que haya más valor en lo que se vende. El embotellado y el espumoso son las categorías que más han crecido.
Aquí habría que comentar un riesgo para nuestro vino, el crecimiento de su precio. Hoy es un problema importante. Si seguimos aumentando el precio del vino, llegará el momento en que será considerado un producto de lujo, y eso, por ejemplo, no sería nada bueno para nosotros.
Según la OEMV, nuestro país tiene una producción estimada de alrededor de 39 millones de hl. Solo se consumen aquí alrededor de 10. Exportamos 21 y 8 millones de hl. son para el vermut, mosto y vinagres. Así vamos encajando las cosechas. De todas formas, sería bueno realizar un esfuerzo importante para aumentar las exportaciones intentando acercarlas al 60%. FENAVIN es un instrumento muy importante para este objetivo, y si en el pasado ha sido determinante en el crecimiento nacional, regional y provincial, más lo debe ser en el futuro, pues este objetivo creo que es muy importante.
En lo que respecta a este año 2022, hay que decir, que a pesar de la sequía y calores extremos durante esta primavera y verano, el año se presenta con una cosecha grande y el sector está a la búsqueda de dar valor a sus vinos.
Sin embargo, hoy, la rentabilidad es el gran dolor de cabeza del sector, ya que, con el aumento de los costes de los abonos, energía, seguros, laborales, financieros, inflación, escasez de botellas, corchos, etc., por la guerra en Ucrania, de la que no se ve el final, el sector se siente presionado para subir los precios, algo que siempre es una incertidumbre, porque no sabe cómo lo van a entender los consumidores.
Las dudas que se plantean son muchas: ¿podemos subir los precios como nuestros competidores Francia e Italia?, ¿el mercado internacional acepta nuestras subidas de la misma forma que las suyas?, ¿nuestra imagen de vino español es lo suficientemente fuerte para que el mercado internacional acepta pagar más?, ¿tendremos que aumentar, debido a la gran incertidumbre en el mercado internacional, la venta de granel para ser más competitivos?
Entre otras, estas son las incógnitas a las que nos enfrentamos.
Ya nadie duda de que la fuerza del vino español está en la exportación. Pero tenemos que ser conscientes de la realidad. Cierto es que exportamos a 180 países, teniendo en cuenta graneles, embotellado, espumoso y otros productos vitivinícolas, pero el 61% de nuestros vinos se venden en 5 mercados, o el 83% en 21 mercados. Tenemos que ser conscientes de que hemos de luchar contra esta concentración de riesgo.
España exporta el 54% del vino en granel. El 80% de este granel va a 4 mercados: Francia, Alemania, Italia y Portugal. A la vez estos 4 mercados compran el 55,2% de todo nuestro vino exportado (granel, embotellado, espumosos, etc.). Es necesario diversificar e incidir en diseminar algo esa concentración de riesgos. Si además los tres primeros mercados han tenido un aumento de su cosecha actual, nos puede afectar de manera negativa. Por centrarnos mucho en unos pocos mercados, y con una alta dependencia en los precios, se generan muchas variaciones año tras año en el vino que vendemos, y eso no es bueno para nuestra imagen. Vuelvo a lo que decía al principio: hay que aumentar de manera importante nuestra diversificación de mercados. Cuanto más diversificadas sean nuestras exportaciones, más fuertes seremos frente a las alteraciones que se produzcan en los mercados mundiales.
Fuente: La Tribuna de Ciudad Real
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